No sabría decir cuándo me gusta un poema. Ni porqué. Realizo siempre una primera lectura; y es ella en la que intuyo si me va a gustar. Pero no es ahí cuando lo sé. Es al releerlo cuando comienzo a tener conciencia de la atracción. De la mutua atracción, pues creo firmemente que, de una manera extraña, los textos también nos eligen a nosotros.
En la sombra
Sí: tú me buscas.
A veces en la noche yo te siento a mi lado,
que me acechas,
que me quieres palpar,
y el alma se me agita con el terror y el sueño,
como una cabritilla, amarrada a una estaca,
que ha sentido la onda sigilosa del tigre
y el fallido zarpazo que no incendió la carne,
que se extinguió en el aire oscuro.
Sí: tú me buscas.
Tú me oteas, escucho tu jadear caliente,
tu revolver de bestia que se hiere en los troncos,
siento en la sombra
tu inmensa mole blanca, sin ojos, que voltea
igual que un iceberg que sin rumor se invierte en el agua salobre.
Sí: me buscas.
Torpemente, furiosamente lleno de amor me buscas.
No me digas que no. No, no me digas
que soy náufrago solo
como esos que de súbito han visto las tinieblas
rasgadas por la brasa de luz de un gran navío,
y el corazón les puja de gozo y de esperanza.
Pero el resuello enorme
pasó, rozó lentísimo, y se alejó en la noche, indiferente y sordo.
Dime, di que me buscas.
Tengo miedo de ser náufrago solitario,
miedo de que me ignores
como al náufrago ignoran los vientos que le baten,
las nebulosas últimas, que, sin ver, le contemplan.
(Dámaso Alonso)
En la sombra
Sí: tú me buscas.
A veces en la noche yo te siento a mi lado,
que me acechas,
que me quieres palpar,
y el alma se me agita con el terror y el sueño,
como una cabritilla, amarrada a una estaca,
que ha sentido la onda sigilosa del tigre
y el fallido zarpazo que no incendió la carne,
que se extinguió en el aire oscuro.
Sí: tú me buscas.
Tú me oteas, escucho tu jadear caliente,
tu revolver de bestia que se hiere en los troncos,
siento en la sombra
tu inmensa mole blanca, sin ojos, que voltea
igual que un iceberg que sin rumor se invierte en el agua salobre.
Sí: me buscas.
Torpemente, furiosamente lleno de amor me buscas.
No me digas que no. No, no me digas
que soy náufrago solo
como esos que de súbito han visto las tinieblas
rasgadas por la brasa de luz de un gran navío,
y el corazón les puja de gozo y de esperanza.
Pero el resuello enorme
pasó, rozó lentísimo, y se alejó en la noche, indiferente y sordo.
Dime, di que me buscas.
Tengo miedo de ser náufrago solitario,
miedo de que me ignores
como al náufrago ignoran los vientos que le baten,
las nebulosas últimas, que, sin ver, le contemplan.
(Dámaso Alonso)
7 Experimentos:
Más bien los textos nos persiguen..no crees?
Saludos,
AnA
Sí, nos persiguen, pero no textos cualesquiera, sino aquellos que previamente habían posado su mirada en nosotros.
Joan
completamente deacuerdo... me encanta sentir esa magia cuando ves que un texto... un libro... una frase ha venido corriendo y se ha lanzado sobre ti porque tenia algo que decirte... y tu estabas mirando para otro lado, para cualquiero otro lado.
La Poesía, el Arte, expresa lo indecible. Y más aún si no lo expresa. El misterio es que nosotros tenemos un sentimiento o una sensación que no sabemos definir, y un día llega una poesía... que tampoco lo define. Sólo vuelve a reproducir esa sensación, inefable y estremecedora. Los textos (siento disentir de Ana) no nos persiguen, nos persiguen los sentimientos, especialmente aquellos difíciles de pronunciar. El texto es una clave que si encaja en nosotros puede desencadenar el mecanismo de un escalofrío.
Hermoso, vibrante.
Textos como este me inflaman grandes dosis de admiración , una brizna de envidia y ...sentimiento, mucho sentimiento.
Cuánto me gustan los poetas del 27.
y entre mis favoritos, Dámaso Alonso, y su nostalgia hiriente.
También creo que los poemas nos eligen a nosotros.
Un abrazo
No sabría decir con exactitud. A veces me elige la persona y otras veces sus palabras. El estado de ánimo es determinante, porque enciende luces que antes habían estado apagadas; o mantine más vivas y anchas las veteranas... Otras veces me abandono a la ceguera de la casualidad.
Saludos galácticos.
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