Creemos tener todo atado: conocemos los planes para la próxima semana, cuántos polvos le echaremos a la esposa este sábado (si con suerte se me levanta y ella no tiene dolor de cabeza), qué haremos en vacaciones, a qué colegio llevaremos a los niños, de qué color será nuestro próximo coche, y hasta el dinero a invertir en el ataúd. Miramos a nuestra vida con aire de autosuficiencia y, cada vez que pasa por nuestro lado, le susurramos con un aplomo casi sincero: “te conozco”. Sí, creemos que sabemos todo de nosotros mismos, de nuestro futuro, y lo que es más llamativo, del futuro de nuestros seres queridos.
Y así van pasando los días.
Nos negamos el pensar que la vida es volátil, inestable, quebradiza. No podemos pensar demasiado tiempo en esa posibilidad o una sensación de vértigo nos invade. Sorteamos los días y cuanto tienen de inestables sin tambalearnos demasiado, empeñándonos en ignorar todos los abismos que se abren constantemente a nuestro paso. Y no todos negativos: un golpe de fortuna en los juegos de azar, el encuentro fortuito con un viejo amigo o estar precisamente aquel día en aquel lugar, pueden dar la vuelta a nuestro futuro, como se le da la vuelta a un guante. O una charla sosegada con una bella mujer que comienza a abrirnos las dudas sobre nuestras inamovibles convicciones. Y nos sentimos expuestos a una sensación extraña, desconocida, la cual creemos identificar como “peligro”. Somos tan limitados que no vemos que en realidad estamos ante la vida misma, con todo lo que tiene de exuberante. Y el mirar de nuevo aquellos sensuales ojos verdes, el sabernos capaces de lanzarnos por ellos sin red, nos llena de inquietud. Como el suicida arrepentido, segundos antes de abandonar la cornisa desde la que había querido lanzarse.
6 Experimentos:
Denso y fructífero me parece tu laboratorio de ideas.
Se saborean algunas, otras se reflexionan para llegar a profundizarlas.
Gracias por tu paseo por mi bloc.
Un abrazo
Gracias a ti. Esto no es más que el inicio de un viaje. ¿Quién sabe a qué lugar me llevará?
Un cordial saludo.
Joan.
A mí me encanta sentarme sobre la flor del vacío de vez en cuando
Annabellee: siempre es una grata experiencia hacerlo, pero vigila; algunas variedades de la flor del vacío son carnívoras.
Joan
Hola:
Puede que esa sensación de vértigo o de vacío no sea más que la memoria de nuestras células que mueren, para que puedan nacer otras nuevas. La vida es eso, nacer y morir constantemente, un renovarse continuo; en medio del proceso, nuestra facultad pensante se queda como colgando durante unos instantes y, en nuestro recuerdo, parece que éstos se hacen más largos.
Gracias por estar por aquí.
Saludos desde la Enterprise.
Aquí me has seducido totalmente.
Te leo y me sobrecoge la la sana realidad que sale de tu laboratorio.
La comida contigo tiene que tener más vértigo en sentidos que en gustos.
Creo que eres un espía (*bueno) de almas.
Que no vacilas con tu mirada.
¿Qué hicístes conmigo?
;)
Te sigo leyendo.
Besos de pétalos con madrugadas.
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