Hace algunos años, cuando explotó la fiebre por los teléfonos eróticos –poco antes de que internet con sus chats se popularizara- suplí mi soledad angustiosa con algunas llamadas a aquellas voces femeninas impostadas. No fueron muchas, mi economía no me lo permitía, pero sí las suficientes para llegar a intimar con una de aquellas mujeres: Patricia. Patricia, o no.
Ella no esperaba encontrar al otro lado del hilo telefónico a una persona educada sin un interés inmediato por el sexo, por lo que no tardó en sentirse cómoda al hablar. Ya que debía ganarse su comisión, yo asumía que nuestras charlas, como en un burdel, tenían un coste, y lo pagaba encantado. Incluso tuvo el detalle, a los pocos días, de pedirme que prosiguiéramos la charla por una línea ordinaria, de la que ella no obtenía beneficio alguno. De alguna manera comenzó a mostrar alguna preocupación por mí.
Así me fui enterando de que había emigrado de Venezuela hacía unos años, de que tenía una hija de seis años y de algunas de las peculiaridades de su trabajo. Poco a poco aquellas charlas se convirtieron en imprescindibles. Fui descubriendo a una persona sensible, inteligente y bondadosa.
Unas semanas después accedió a quedar a tomar un café. Nos citamos en un bar cercano a la Glorieta de Bilbao. Yo esperé y esperé…
Cuando llegué a casa, su teléfono lo atendía una voz desconocida, fría, que no supo decirme nada sobre ella.
15 Experimentos:
La soledad hace extraños (y entrañables) compañeros de no-cama.
Un abrazo.
Sí, es cierto... pero suelen dejar un gran vacío en el corazón.
Un placer haberme acercado a tu blog, escéptico.
(Me he reído mucho con el chiste de abajo)
Saludos¡
Es como una historia de la que no han contado el final... no pasó nada más??
Claro que pasó algo más: que años después escribí estas líneas.
¿Y qué crees que sucedió?
En cierta forma, tu historia es como la de Annabel Lee, sólo que la muerte del amor se llamó error en la conexión. El romanticismo reaparece en extrañas modalidades.
¡Cuánto aprendemos de nosotros mismos en cada Patricia!
Y gracias.
Hay historias que se quiebran bruscamente sin que nunca nos sea dado averiguar el por qué. Y en ocasiones historias mucho más triviales y cotidianas que ésta.
Siempre hay que contar con esa posibilidad, tanto más cuando los lazos que nos vinculan a alguien son frágiles e inciertos.
Un beso.
Peligro de incendio, sofocado antes de prender la chispa.
Te ha hecho escribir, así que lo daremos por bien sucedido, aunque puedo suponer (y supongo) que no te hizo maldita la gracia.
Un beso balsámico.
La verdad es que se pierde uno tantas cosas por quedarse solo en las apariencias...
Historias con final agridulce... mi vida está llena de ellas, y quizá por eso me haya gustado tanto este texto. Encantanda de conocerte ;)
Realmente es una historia que a mi personalmente me pone la piel de gallina y enternece a cualquiera; aunque el final que tubo en su momento seguramente FUE EL MEJOR PARA TI.
Besos...
Creo que lo malo de la historia es que acabaron despidiendo a la chica ¿no?
Personalmente hacer negocio con los sentimientos de las personas me parece que no es muy ético, pero en fin, servicios tales como los teléfonos eróticos, tarots, consultas psiquiátricas y otras zarandajas hacen una buena labor social.
Un saludo.
C.A. Makkkafu.
Siempre me he imaginado y supongo que erróneamente que estas chicas no tienen capacidad de amar o de sentir. No por una automutilación voluntaria sino por ser la mejor forma de sobrevivir.
Si le hubiera contado algo así a mi abuela, me habría dicho "ai, nena, coses mes rares he vist" (traducción: ay, niña, cosas más raras he visto. Lo siento pero si no lo ponía en VO le hacía un feo.)
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