22.4.08

Don Ramón María del Valle Inclán I.

En estos días me trae ocupado la biografía de don Ramón María del Valle Inclán escrita por Gómez de la Serna.

Es un libro muy aconsejable en el que su autor intenta desgranar la compleja personalidad de don Ramón mediante los datos que fue recabando, los múltiples recuerdos de las experiencias conjuntas, y su legado literario.

En el prólogo me asaltó la cita de un libro de Valle Inclán desconocido para mí -¡cuánto camino nos queda por hacer!-: “La lámpara maravillosa”; un ensayo sobre estética y mística de 1916.

Fue un feliz momento aquel en que supe purificar mis intenciones de lo efímero y gozar del mundo con los ojos divinizados. Igual que en las palabras, escudriñé en las acciones humanas una actualidad eterna, y vi desenvolverse las vidas por caminos sellados como la pauta de las estrellas. En estas horas fue mi maestro Pico de Mirandola. Iniciado en parte de su ciencia, tuve como dos intuiciones: la mudable de los ojos y otra quieta, que por ser del alma despojaba todas la imágenes de la vana, solicitación de la hora que pasa, y las llenaba de eternidad. ¡Pero cuánta avidez y desgana a lo largo del sendero, antes de poder imaginarse esta vida mía en el comienzo y en el final de las edades separadas por siglos de siglos, y en los dos polos hallaba una! Obseso de aquella ciencia alejandrina, quería descubrir en las cosas el secreto de lo que habían sido, y el secreto de lo que estaban llamadas a ser, para alcanzar su significado hermético, en la conjunción fugaz que tenían conmigo. Y maceré mis intuiciones con el fervor de descubrir en las formas su razón eterna, y en las vidas su enigma de conciencia. Y un día, por la maravillosa escala de la luz, peregrinó mi alma a través de vidas y formas para hacerse unidad de amor con el Todo. Desde una ribera muy remota contemplé mi sombra desencarnada y conté sus pasos sin eco.

Cuando nuestra intuición del mundo se despoja de la vana solicitación de la hora, se obra el milagro de la eterna Belleza.
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¿Cuántas veces a lo largo de nuestra vida habremos sido capaces de purificar nuestras intenciones de lo efímero y gozar del mundo con los ojos divinizados?

2 Experimentos:

Mamen dijo...

Lo interesante serán las veces que consigamos esa divinizada mirada a partir de este momento. A veces tengo la sensación de que no he vivido, que nada de lo que recuerdo es real, ni ocurrió alguna vez. Es como librarse del peso del pasado, del tremendo peso de la memoria para vivir libre cada instante. Y aun así mis células recuerdan, reaccionan ávidas a estímulos conocidos, y me recuerdan que sí. Que todo aquello ocurrió.

Beso.

Joan Torres dijo...

También el soldado siente la presencia de las piernas amputadas. Como si las extremidades desaparecidas se amotinaran tratando de impedir la expulsión.

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