8.6.08

Don Ramón María del Valle Inclán III.

La lectura de la biografía de don Ramón estuvo plagada de deliciosos momentos. Ya mencioné que el inteligente humor de Valle-Inclán aportaría a cualquiera de sus biógrafos material suficiente para centrarse sólo en ese aspecto de su compleja personalidad.

Así Gómez de la Serna menciona que al hablar de la guerra rusojaponesa le dio por sostener, con un convencimiento que no dejaba lugar a dudas, que los rusos ganarían la guerra a los japoneses, porque todos los japoneses eran miopes. O cuando en una de aquellas memorables tertulias de café alguien le pidió consejo sobre cómo conseguir las cartas de su ex amada, una mujer, al parecer, algo entrada en años.

“-Pídeselas en seguida –le dijo Valle.”

“-¿Y si las hubiese echado al fuego?- repuso el consultor.”

“-No sea niño… Las mujeres de más de cuarenta conservan todas sus cartas de amor.”

Sólo por ellos ya habría valido la pena lanzarme a la lectura de aquella obra escrita por don Ramón Gómez de la Serna. Pero hubo otros que lograrían convertirla en una de las mejoras lecturas del presente año. Todos ellos han quedado marcados por el implacable lapicero -siempre subrayo al leer-. Mencionaré, por ejemplo, una conversación que mantuvo con Ricardo Rojas, según menciona el autor, en la que al salir del teatro le dijo:

“-… El arte no existe sino cuando ha superado sus modelos vivos mediante una elaboración ideal. Las cosas no son como las vemos, sino como las recordamos. La palabra en la creación literaria necesita siempre ser trasladada a ese plano en que el mundo y la vida humana se idealizan. No hay poesía sin esa elaboración.”

En otro momento, al ser preguntado por si se acabaría el arte, replicó:

“-El arte no se acaba nunca, y no se acaba nunca porque arte sirve para pasar el invierno, ya que el arte es siempre primavera.”

Cuenta en otro pasaje cómo usaba su altanería natural para repentizar toda una teoría sobre el arte.

“-Llegamos a describir bien la vida –dijo- , pero no nos apoderamos de ella… Eso es lo terrible… Se escapa a nuestro poder y a nuestra férula porque nos escapamos nosotros mismos de nosotros mismos.”

“Lo que hay que hacer es meter la columna en la obra… Si se mete la columna, sea dórica o dolicocéfala, todo está conseguido.

“Ante aquella columna de extranjis que había metido en la comparación sonrió él y después yo. Era la chulería española que necesitaba descomponer el talante pedantesco de la lección de estética. Pero la cosa era seria y por eso continúo:”

“-A veces me sale una cosa aparentemente artística, pero en la que sólo yo sé que no hay columna de ningún estilo, y no sabe usted cómo sufro hasta lograr que el capítulo tolere la columna. Yo no hago jardincitos de Andalucía… El fondo columnario es lo que vale, es lo que sostiene lo bagatelario que hay en la literatura. (…) Todo se salva en forma de columna… Hay columnas de muertos, de sombras de cipreses. Hasta mosquitos cuando se congregan en el ocaso… Columnas religiosas, columnas de almas, columnas de guerreros, columnas de fuego, y la guerra no la salvan más que columnas de héroes.”

3 Experimentos:

Eva Torices dijo...

La música de Silvio es para perderse dentro, y allí encontrarse.

Sí, faltan muchas canciones en esa muestra, pero, como dijo Borges, somos también aquello que hemos perdido.

Un saludo fuerte desde, accidentalmente, Zaragoza.

Eva Torices dijo...

Estoy de paso en Zaragoza, aunque supongo que en realidad por donde estoy de paso es por el mundo.

Simplemente Olimpia. dijo...

Será cuestión entonces de diseñar capitéles en vezz de capítulos...

Altanería a mi!...creo que por eso no me gustan los doseles y menos los arcos de cuatro puntos.

Sigo leyéndote.

Olimpia.

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