1.5.07

Señor Juez.

A Pepe.



Colgarse por el cuello y dejar el cuerpo oscilando hasta morir no debe de ser una decisión fácil. Ni difícil.

Previamente, imagino, el suicida tratará de hacer un balance de su vida. De dicho análisis surgirá la idea de poner fin a todo. Ésa es la parte fácil de la solución: adoptar de entre todas las opciones la que no implica lucha. Luego -minutos, horas o algún día - sin haberlo meditado demasiado y con los enseres indispensables, comienza la parte difícil: la ejecución.

Al anudar la soga alrededor del cuello los pensamientos y los recuerdos deben de agolparse con una fuerza brutal. Es probable que entonces, y sólo entonces, se dude entre la nota tradicional o avanzar con los años y hacer uso del teléfono móvil. Tener que tomar decisiones no estaba previsto.

Entre las cientos de llamadas posibles, el suicida optaría por la madre; quizá algún amigo. En medio de los sollozos impotentes nadie encuentra palabras de cobijo.

La patada final, la del preámbulo, se da a una velocidad infinitesimal. Como a cámara lenta. Y pueden distinguirse cada uno de los fotogramas que componen el movimiento de la silla al estamparse contra el suelo. Después, el golpe desgarrador que cercenará la vida suena seco, reparador, como a crujido.

Ahora que ya todo es oscuridad, quien iba a decir que sería tan fácil.

6 Experimentos:

Letra dijo...

Me quedé muda, la verdad es que no se muy bien qué decir. Me parece de una tristeza inmensa, por eso se me escapan las palabras.

Tristancio dijo...

"Decidir si la vida merece o no la pena de ser vivida, es la gran pregunta de la filosofía..." Más o menos así, lo dice Camus. Responder que no, no creo que sea una renuncia a la lucha ni la solución más fácil... Nada simple responder a una pregunta tan trascendental.

Tal vez, el paso más difícil del suicidio sea el que da quien encuentra el cuerpo. ¿Piensa en esa parte el suicida...?

(Tus palabras conmueven... no sólo éstas).

. dijo...

Cuantas veces sintió que sogas más difíciles, más prietas, más asfixiantes habían rodeado estrujado su cuello, su alma, su ser. No era tan difícil, ni tan dramático. Poco o nada le importaba ya el tiempo que le recordarían solo por eso, por su abandono, por su ¿tirar la toalla? no, en este caso, sería tensar la cuerda.
Unas lágrimas recorren su rostro. No se han desbordado arrastradas por la tristeza, había vivido todo lo sentía que tenía que vivir, no estaba dispuesto a esperar que el lento, perezoso a veces, recorrer del tiempo, pusiese fin a su constitución además robusta y fuerte.
Miro al techo.
Ya no había de que preocuparse, laxo cuerpo, laxa mente...

maribé dijo...

Me ha sobrecogido un amigo, de la infancia, hizo tres llamdas de móvil (sin obtener respuesta) antes de dar la patada final.

Besos

Jesús Mari (in memorian)

Anónimo dijo...

Yo dudo que nadie llame a nadie antes de dar la "patada" y jamás a su propia madre.
Me alegro de que no me recuerde a nadie y tampoco sabría imaginar la experiencia.

Joan Torres dijo...

Yo no tuve que imaginarla. No habría podido. Me bastó con recordar.

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