Este cabrón me tira de la lengua. Y yo, que no sé callarme, me lanzo:
Muchos idealistas sucumbimos al desánimo. Eso es un hecho. Son las razones que nos condujeron a esa acidia las que me interesan ahora. O al menos la objetividad o subjetividad de las mismas: ¿realmente dejamos de creer en la capacidad motora de cada uno de nosotros al descubrir, como verdad superior, la inmovilidad absoluta de nuestro mundo? ¿O más bien, una vez valorado el nivel de exigencia que implicaba el compromiso, y tras decidir no entregarnos a él, encontramos la justificación en medio de una masa que grita a coro: fuimos unos ilusos al creer que nosotros solos podíamos cambiar algo?
11 Experimentos:
He tenido que buscar acidia en el diccionario.
A mí me da igual qué es lo que a ti te interesa. ¿Cómo vas a saber qué es lo que te interesa? ¡Ni que todo lo conocieses! La Realidad está muy bien montada, pero quizá no sea, como dice AGC, todo lo que hay.
Bien, hablemos desde ella, supongo que no puede ser de otra manera.
A mí no me dio nunca por intentar cambiar nada. No ya el mundo, sino nada. No sentí nunca ese aguijón, así que no sé por qué motivos deja alguien de luchar y no puedo darte una sola razón.
Como mucho puedo imaginar, aunque lo que me sale de la imaginación no tiene nada que ver con las opciones que presentas. Imagino que de alguna manera uno intuye que tantas y tantas luchas como nos vienen dadas llegan en un paquete que forma parte de lo mismo: es decir, de aquello contra lo que se lucha. Que las luchas se heredan, y pasan de padres a hijos, de libros a libros; que las luchas vienen, incluso, con manual de instrucciones. Y que entonces, cuando uno ve esto, se cansa de luchar. Es como cuando destripas a la muñeca que habla para ver cómo lo hace.
Y dicen ellos:
Es propio de la Realidad
ser poca y no ser verdad.
Es propio de las Santas
que les broten rosas
del tajo de la garganta.
Es propio de la libertad
ser dada y provisional.
Es propio de tú y yo
querernos sin con-pasión.
Es propio de las Culturas
firmar en las sepulturas.
Es propio de las ideologías
servirse de policías.
Es propio del esclavo
irse pareciendo al amo.
(y al contrario)
Es propio del alma mía
ser Valor y mercancia.
(Isabel Escudero, Es-propios)
"Y ¿por qué cosa luchamos? Pues luchamos por lo que no existe, claro. Si no, ¿qué gracia tiene? Para luchar por lo que existe ya están Ellos, los Ejecutivos del Estado del Bienestar, y por ello están luchando cada día y procurando que todo ciudadano luche por lo mismo: por lo que existe." (Agustín García Calvo).
Tú y yo aquí
contando monedas falsas
y otoño derrochando
el oro de sus arcas.
(Isabel Escudero)
E.
¿Es ser idealista querer que se acaben todas aquellas realidades vergonzosas que nos permitimos?
¿No será eso sentido común?
Sea como sea, me avergüenzo de mi desánimo... de darme por vencido casi todos los días.
Quisiera quitarle un poquito de hierro al asunto con una frase de Hemingway: Un idealista es un hombre que, partiendo de que una rosa huele mejor que una col, deduce que una sopa de rosas tendría también mejor sabor.
Mmm, qué rica sopa la del idealista. Confieso: lo soy. Y me niego a caer en el desánimo.
Un besito, amigo escéptico
De uno en uno no cambiamos EL MUNDO, pero sí podemos mejorar un microcosmos, que unido a la mejora del microcosmos del vecino se convierte en un mediano ecosistema habitable.
En manada somos unos borregos.
Propongo relativizar. La colectividad es funesta, como lo es la individualidad.
A qué viene esta tendencia al extremismo? Y el término medio dónde queda?
Acaso no puede mejorar su entorno? Si puede, hágalo.
Mejorar EL MUNDO es un esfuerzo inútil. Marquemos objetivos realistas, abarcables, mesurados, moderados.
Un grano no hace granero...
De mica en mica...
No permita que cuatro pringados ruidosos le aplasten las ilusiones. Blíndelas!!
Petons:)
"Algún día dejarán de servirme las palabras de otros y me exigirás las mías"
(E. W. Abargues)
Sería comprensible, de ser cierto, que te dieran lo mismo mis intereses. Yo sí sé qué es lo que me interesa, puedes estar seguro. Y a ello me aplico, con mayor o menor constancia. Son esos campos los que me llevan a descubrimientos nuevos, ampliando mi el espectro de mis inquietudes.
Uno, al leerte, podría pensar que de tanto buscar las palabras de otros hubieras olvidado las que yo escribí: yo no hablé de todo lo que me interesa, sino -y tan sólo- de lo que me interesa ahora: las razones de la tristeza.
Parto de la base de que la Realidad es inaprensible. Parto, incluso, de que hay tantas realidades como sujetos la perciben. E incluso aceptaría la existencia de otros planos de percepción, de universos paralelos que terminen por liarlo todo aún más. Así pues, ¿cómo asegurar que la Realidad está bien montada? Y aunque así fuera, tu conocimiento se limita a una parte de ella en la que, afirmas, nunca ha habido por tu parte interés por mejorarla. Es lo que me cuentas, y yo, que siento un gran interés por cuanto te interesa, por todo lo que te aguijonea el espíritu, el intelecto y hasta las nalgas, te leo y te envidio.
Me hablas de luchas desconocidas, de lides que sólo imaginas. Comprendo entonces que desconozcas que está en la misma esencia de la lucha el cambio, que le es inherente una renovación constante. Las batallas conllevan victorias y fracasos y éstos obligan a nuevas metas, a nuevos retos, a nuevas estrategias que convierten en obsoletos los manuales antiguos. Claro que hay herencia entre las generaciones, pero sólo se lega el espíritu combativo.
Si no es la monotonía de la lucha la que genera el cansancio, debe haber otros motivos. Yo sí he luchado. Yo sí he querido cambiar el mundo. Eso me pondría, a priori, en una mejor posición, una vez invalidado tu razonamiento, para ofrecer alternativas. Así pues la disyuntiva que yo apunté en mi escrito original sería la menos errónea de cuantas se han expuesto hasta ahora.
Cierto. Demasiado idealismo nos lleva al desánimo. Menguado idealismo nos deja en la indiferencia.
No sé cuál será el justo medio pero lo cierto es que no se enfrenta uno a él solo.
Un abrazo.
No hay que sucumbir; veamoslo como que nuestras efímeras vidas nos impiden ver que sí somos pequeñas piezas del motor del mundo.
El movimiento es lento.
Un abrazo
“Estás muy tontito.”
(J. W. Abargues)
¡No tengo palabras! ¡qué madeja!
Venga, soberbia al agua. Quedémonos con lo justo: la tontería, la bufonada.
Cuando leí ‘Ahora que vamos despacio’, se me pasearon por la cabeza ciertas lecturas acerca de la Realidad, de la Creencia, de la Idea… y salí por aquello de la catarsis, sin más, sin explicaciones ni nada. ¿Catarsis?, preguntaste. ¡No!, afirmaste. Seguramente con la intención de crear un debatito. Y yo, que no tenía tiempo, en lugar de explicarme apunté lecturas.
Como no puedes callarte, seguiste con la cosa. A por el debatito. Y entonces, ante tu pretensión de circunscribir tema tan enjundioso como el que se trataba a un par de razones más o menos interesantes, me revolví. ¡A mí nadie me delimita!, me dije, y en lugar de razones te ofrecí simulacros. Vamos a simular que somos quien no somos, pensé, y a ver qué sacamos de todo este embrollo. A ver si así, dejando pasar las palabras de otros, se nos aparece en la imaginación aquello que buscamos. Porque lo que buscas, amigo J.W., me temo tiene mucha hondura, y los cauces comunes (desánimo, exigencia, compromiso, ilusión) vienen ya tan dibujados que no veo escapatoria, tan solo una respuesta que viene implícita en la pregunta. Sí (qué poco me agradan estos sí enfáticos, seguidos por la comita), J.W., a veces dejamos de creer en la capacidad motora, a veces nos entra la pereza, y siempre andamos justificándonos. No cabe otra. No cabe otra a menos que hagamos el payaso un rato, a ver qué sale. Y si para eso tenemos que cantar un rato, cantamos, aunque sea con las letras de otros.
Fíjate tú, que con el poco tiempo que tengo, parezco el conejo blanco, hasta encontré tres canciones cargadas de intención.
Pero nada, como lo que te interesa es lo que te interesa, y nada más te interesa, sanseacabó: me voy a mi habitación a esperar a Alicia.
Besos de tu amigo que te quiere.
E.
A Alicia, de llegar, me la saludas.
2.3
No podemos cambiar el mundo. Al menos no directamente. Erradiquemos de una vez la tentación de la utopía, que tantas frustraciones y daños ha causado.
Pero sí podemos cambiar la forma de cambiar de quien nos rodea. Sí podemos convencer a la gente de que esto también es cosa suya, y no sólo de unos pocos poderosos inalcanzables.
Esta es una guerra de ideas.
Te lo dice alguien que se dedica a ello.
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